No a la pena de muerte, sí a una cultura de vida y del encuentro

En este mes de septiembre el papa Francisco nos invita a orar con él por la abolición de la pena de muerte: “Recemos para que la pena de muerte, que atenta contra la inviolabilidad y dignidad de la persona, sea abolida en las leyes de todos los países del mundo”. Atendiendo a esta petición recomiendo estas películas que abordan de manera directa o tangencial este tema. En cada una de las reseñas cito textualmente al papa Francisco en su encíclica social Fratelli tutti. Valoremos estas historias fílmicas y manifestémonos con el Papa por la abolición de la pena de muerte.

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Clemency de Chinonye Chukwu (EUA, 2019, 113 min.)

Bernadine Williamas (Alfre Woodard) es una funcionaria de prisiones que se encarga de supervisar las ejecuciones de los condenados a pena de muerte. Cuando empieza una relación especial con uno de los presos que ingresa a su sector, Anthony Woods (Aldis Hodge), hay un cambio en ella. Aunque intenta parecer imperturbable, sabemos que sufre de insomio, pesadillas recurrentes y vive un conflicto interno que tiene sus repercusiones con su esposo, con su equipo y con la gente con la que se relaciona. La película recibió buenas críticas por su guion, dirección y, sobre todo, por la excelente actuación de Woodard. Sobre la pena de muerte nos dice el papa Francisco: “Hay otra manera de hacer desaparecer al otro, que no se dirige a países sino a personas. Es la pena de muerte. San Juan Pablo II declaró de manera clara y firme que esta es inadecuada en el ámbito moral y ya no es necesaria en el ámbito penal. No es posible pensar en una marcha atrás con respecto a esta postura. Hoy decimos con claridad que ‘la pena de muerte es inadmisible’ y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo” (n. 263).

La viuda de Saint-Pierre (La Veuve de Saint-Pierre) de Patrice Leconte (Francia, 2000, 107 min.)

En 1849, en la isla francesa de Saint-Pierre, cerca de Canadá, un hombre borracho asesina a un vecino y por este crimen es condenado a la guillotina. En esa isla remota no hay guillotina ni verdugo, por tanto, hay que esperar unos meses para la ejecución. En ese tiempo de espera, el reo ayuda en sus obras de caridad a la esposa del capitán de la guarnición y se va vinculando con la comunidad. Esta película, inspirada en un hecho real, es un alegato contra la pena de muerte y una bella historia que nos habla de la posibilidad de redención y reinserción social de una persona que ha cometido un crimen. Comentemos estas citas del papa Francisco en su encíclica social: “Desde los primeros siglos de la Iglesia, algunos se manifestaron claramente contrarios a la pena capital. Por ejemplo, Lactancio sostenía que ‘no hay que hacer ninguna distinción: siempre será crimen matar a un hombre’. El Papa Nicolás I exhortaba: ‘Esfuércense por liberar de la pena de muerte no solo a cada uno de los inocentes, sino también a todos los culpables’” (n. 265).

12 hombres en pugna (12 Angry Men) de Sidney Lumet (EUA, 1957, 95 min.)

Esta película cuenta la historia de un jurado integrado por doce hombres a quienes se les ha confiado la decisión de enviar o no a la silla eléctrica a un joven latino acusado de un homicidio en primer grado. Aparentemente, se trata de un caso cerrado, pero el jurado número 8 emite su voto en disidencia y, esto cambia radicalmente el curso de los acontecimientos. Con excelentes actuaciones y un guión muy bien cuidado, la película examina los prejuicios, estereotipos, percepciones e interpretaciones que pueden conducir a un error en la administración de la justicia. Reflexionemos y comentemos estas palabras que nos dice el papa Francisco: “Existe la tendencia a construir deliberadamente enemigos: figuras estereotipadas, que concentran en sí mismas todas las características que la sociedad percibe o interpreta como peligrosas. Los mecanismos de formación de estas imágenes son los mismos que, en su momento, permitieron la expansión de las ideas racistas. Esto ha vuelto particularmente riesgosa la costumbre creciente que existe en algunos países de acudir a prisiones preventivas, a reclusiones sin juicio y especialmente a la pena de muerte” (n. 266).

Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird) de Robert Mulligan (E.U., 1962, 129 min.)

En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch. Actuar con justicia y sin prejuicios le trae muchas enemistades y señalamientos a nuestro protagonista, pero él sigue firme en la defensa. A la luz de este clásico del cine estadounidense reflexionemos en estas palabras del papa Francisco: “Los argumentos contrarios a la pena de muerte son muchos y bien conocidos. La Iglesia ha oportunamente destacado algunos de ellos, como la posibilidad de la existencia del error judicial y el uso que hacen de ello los regímenes totalitarios y dictatoriales, que la utilizan como instrumento de supresión de la disidencia política o de persecución de las minorías religiosas y culturales, todas víctimas que para sus respectivas legislaciones son ‘delincuentes’. Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados, por lo tanto, a luchar no solo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de libertad” (n. 268).

Pena de muerte (Dead Man Walking) de Tim Robbins (E.U., 1995, 122 min.)

Esta película está basada en el libro autobiográfico de la religiosa Helen Prejean que pertenece a la congregación de las Hermanas de San José y es una de las más célebres activistas por la abolición de la pena de muerte en los Estados Unidos. Matthew Poncelet es un hombre que en el Pabellón de la Muerte espera su ejecución por el asesinato de dos adolescentes. Le queda una semana de vida. En ese tiempo busca la ayuda de la hermana Helen, quien acepta acompañarlo espiritualmente. El peso del pecado, la pena, el perdón y la misericordia (ver con el corazón al miserable) son temas que son llevados a la pantalla con fuerza, dramatismo y compasión gracias a un buen guión y a la estupenda actuación de Susan Sarandon y Sean Penn. Reflexionemos y tomemos en cuenta esto que nos dice el papa Francisco: “Recordemos que ‘ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante’. El firme rechazo de la pena de muerte muestra hasta qué punto es posible reconocer la inalienable dignidad de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo. Ya que, si no se lo niego al peor de los criminales, no se lo negaré a nadie, daré a todos la posibilidad de compartir conmigo este planeta a pesar de lo que pueda separarnos” (n. 269).

Escrito por Sergio Guzmán, S. J.

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