Notas de Viernes Santo 2020 | Diego Martínez, SJ

El Reino de Dios y el reinado de Dios

Los exegetas y los especialistas en cristología están generalmente de acuerdo en que el núcleo del mensaje de Jesús es lo que él quiso enseñar cuando anunció el reino de Dios. Así pues, el reino es la recapitulación o el compendio del mensaje evangélico. (ver los “sumarios” que aparecen en los siguientes párrafos de los evangelios; Mc 1, 14-15; Mt a, 17 y 23;9, 35; Lc 4,43;8,1; Mt 10, 7-8).

Lo determinante para Jesús no era que la gente supiera quién es Dios o cómo es Dios, sino dónde y cómo puede cada persona relacionarse sanamente con Dios, El reino de Dios es siempre “buena noticia” (Mc1, 14-15; Mt 4,23; 9,35;24,14).

Una clave para entender el reino.

En los evangelios ni se define ni se describe en qué consiste concretamente el reino de Dios. Pero hay una pista para saber lo que Jesús quería decir cuando hablaba de reino.

Cuando Jesús anunciaba la inminente llegada del reino, se generó un entusiasmo desbordante, la gente venía en masa a escucharlo, para estar con él, incluso venían del extranjero, de pueblos y países lejanos, gentes que no pertenecían a Israel y que seguramente tenían otras creencias religiosas (Mc 1,28; 3,8; Mt 4, 23-25; 9,26; Lc 4, 14; 8, versos 4 y 10; 9,11).

Lo que Jesús hacía y decía, al hablar del reino, interesaba mucho a la gente, fuera cual fuera su religión o su forma de vivir, El reino no se conecta directamente -ni exclusivamente- ni con una religión, ni con una cultura, ni con un pueblo, sino con la vida de las personas, la vida de los seres humanos, fueran quienes fueran.

La “gente”. Cuando los evangelios hablan de la “gente” que se entusiasmaba con el mensaje de Jesús ¡de qué “gente” se trataba? Los evangelios hablan de “muchas gentes”, de la “muchedumbre del pueblo”, del “gentío”, (recuerdo que en Jalisco, a nivel popular, usan la expresión: “el gentilismo”, para referirse a ´oi polloi”, como dicen los sajones despectivamente a los nobles, a la gente “como uno”, o a la clase superior. Se trata de la “masa”, de la “prole”, la masa que no tiene orientación, ni tiene formación intelectual, los pobres, los incultos, los “losers” o perdedores, la “tropa”, el infelizaje como dicen…o “los pelados”, los soldados… (Num 20,20; Is 43,17…). Fueron la gente a quienes el mensaje del reino entusiasmó hasta el extremo de dejar sus pueblos, sus casas sus familias, para irse con Jesús.

Esto significa que 1) el mensaje del reino era tan sencillo uy tan vital que lo entendía todos le mundo, incluso los más pobres e incultos… y 2) que el mensaje del reino era algo que interesaba a todos, especialmente a los últimos de la sociedad, a los que carecían de casi todo, a la “prole” que no entendía de la ley y estaba maldita a juicio de los fariseos (Jn 7, 49).

El reino y la vida

Los evangelios establecen una relación entre el reino y la vida concreta. Se trata de algo presente y operante hoy en esta vida presente, No se trata de una vida para el futuro, sino para hoy. El reino de Dios se realiza hoy, dando vida, dignidad y felicidad a los seres humanos. Esto se ven en las curaciones de enfermos, en la expulsión de demonios y en las bienaventuranzas.

  1. Las curaciones dan vida a quien la tiene disminuida o amenazada – y el reino se hace presente donde hay empeño y lucha y esfuerzo por asegurar (en la medida de lo posible) la plenitud de la vida…se trata de aliviar hoy el sufrimiento humano y defender hoy la vida y la dignidad de las personas, sin olvidar que en la cultura de aquel tiempo la enfermedad se atribuía al pecado de los seres humanos (JN 9,2; 1Cor 11,30). Así que liberar de la enfermedad era liberar de la indignidad del pecado, o sea, devolver a la persona la plenitud de una vida san, segura y digna.
  2. Las expulsiones de demonios. Jesús afirma que la señal definitiva de que el reino ya ha llegado está en que él expulsa a los demonios con el poder de Dios (Mt 12,28; Lc 11,20). Las expulsiones de demonios y la curación de enfermedades eran la misma cosa para aquella cultura. Había enfermedades que se explicaban por la presencia del demonio: parálisis, epilepsia, perturbaciones psicosomáticas…
  3. Finalmente, las bienaventuranzas expresan la plenitud de vida y felicidad que aporta el reino de Dios, Para Jesús, lo decisivo es la promesa incondicional de solución dirigida a las personas que se encuentran en situaciones desesperadas. No se trata de una esperanza de algo que se realizará en la otra vida, sino hoy. A todos los que se encuentra en situación desesperada (pobreza, hambre, sufrimiento) se les dice que el reino de Dios ya es de ellos desde el presente (Mt 5,3; Lc 6.20b), por eso la solución brilla ya hoy y se hace realidad ya hoy para esas personas. El reino de Dios se hace presente no sólo dando hoy vida a los que carecen de salud y dignidad, sino también cambiando hoy las situaciones sociales desesperadas que se traducen en hambre, pobreza y sufrimiento, Las bienaventuranzas son el anuncio de un mundo humanizado y digno de los seres humanos.

Los evangelios de Mateo, Lucas y Marcos, afirman que hay dos clases de personas que no pueden entrar en el reino de Dios:

  • los que no se hacen como niños (Mc 10,15; Mt 18,3; Lc 18,17);
  • y los ricos que ponen su seguridad y su identidad en los bienes y recursos (Mc 10,25; Mt 19, 23-24; Lc 18, 24-25); es decir, quienes van por la vida pretendiendo ser los más dignos, los selectos, los notables, los que se imponen a los demás…son los que no pueden dar vida ni dignificar la vida de nadie, Quienes van por la vida así solo pueden causar sufrimiento, despojo, indignidad y muerte, Quien causa miseria no da vida, sino muerte.

La teología del reino.

El anuncio del reino como inminente urge al ser humano a enfrentarse con lo último ya hoy mismo, pero siempre den confianza y en esperanza. Eso “ultimo” está ya presente hoy en la historia, no es algo para el final de la historia, Los destinatarios y constructores del reino son los pobres en este mundo cruel en que vivimos. No es sólo un problema exclusivamente económico sino el problema del sufrimiento humano (recuerdo que en Tijuana hay un local de una antiguo cine que ahora es local de reunión para los clientes de una religión de origen brasileño que se anuncia con el logo: “pare de sufrir”) es un problema económico, político, cultural, religioso, de educación, de salud, de alimentación, de descanso, de seguridad, de inclusión, de solidaridad fraterna, de acceso a las condiciones que hacen posible vivir sanamente, y con una buena calidad, nuestra condición humana de manera individual y colectiva.

El reino es para aquellos que han pasado la vida anhelando y trabajando por aliviar, ya desde hoy, el sufrimiento humano (Mt 25,31-46). Lo central del mensaje de Jesús es la calidad y la felicidad de la vida de los seres humanos, Todo esto cambia nuestra imagen de Dios, la forma de entender la religión, los criterios de la moral convencional y las convicciones que alimentamos sobre el orden social establecido.

Solo quien se pone hoy a vivir en la práctica en esa dirección (darle desde hoy ese dinamismo, esa dirección y esa orientación a nuestra vida como seres vectoriales que somos, y darle ese sentido a nuestra vida y nuestra acción) puede empezar a darse cuenta de lo que Jesús realmente quiso decir con las parábolas tan ingenuas, tan sencillas, pero que si las entendemos nos desacomodan, nos descolocan…nos interrogan, nos cuestionan, nos ponen en la dirección y en el camino que nos lleva a una vida plena, una forma de vida que nos permitirá vivir sanamente nuestra condición humana, individual y colectivamente.

Cuántas señales del reino están hoy presentes: ONG´s, Derechos Humanos, Amnistía Internacional, Grupos de Voluntarios, Médicos sin Fronteras… ¿Qué señales del reino están presentes hoy en mi vida? ¿Doy vida? ¿Irradio –irradiamos- bondad, misericordia, compasión luminosidad, solidaridad, inclusión…? ¿Cuántas señales puedo empezar a poner en práctica hoy en mi vida? ¿Para vivir una vida más plena hoy, para vivir sanamente nuestra condición humana?

LA QUE NO EXISTÍA

Written by Eloy Roy

Tenía graves problemas, estaba confundida, no sabía demasiado qué pensar. Sus fracasados matrimonios continuaban obsesionándola y su último idilio andaba a los tumbos. Toda su vida había buscado el gran amor. Pero la mala suerte se había ensañado con ella. Ahora estaba llegando a la cincuentena. Hubiera querido rehabilitarse a los ojos de su familia y de la sociedad y hacer la paz con la religión. Pero era poco tarde. Tantos cántaros rotos, tantos pedazos a recoger.

Había cometido errores, hasta locuras, tratando de agradar a todos aquellos en los que esperaba encontrar el amor soñado. Finalmente se agotó sin haber podido gustar a nadie. Temía equivocarse a cada paso, se preguntaba si no podría hacer las cosas mejor, se cuestionaba, se sentía culpable de todo, hasta de sus mejores acciones. Sus amigos y sus maridos lo veían bien y todos se aprovechaban para abusar de ella. Era una mujer que se había perdido en el camino. Ya no existía…

Un día, a la hora en que el sol pegaba más fuerte, tomó su cántaro vacío, y fue al pozo del pueblo a sacar agua. Alguien se le arrimó y le pidió agua. Situación harto arriesgada ya que ambos eran de razas enemigas y de religiones rivales. Para colmo, ella era mujer y él varón. Era inconcebible que una mujer se personara en público con un varón que no fuera su marido o algún pariente cercano, Podía ser matada por ello.

Dicho varón era el mismo Jesús. Cómo de costumbre no se dejó frenar por las barreras sociales y los tabúes religiosos. Él fue quien dio el primer paso. La mujer en un principio hizo un movimiento atrás, pero pronto recapacitó. Total, no sería su primer descarrío… Decidió hacer frente a la música. Entre los dos se entabló una buena discusión.

Jesús no tardó en percatarse de que la sed de esa mujer no era solo de agua. Le dirigió entonces unas palabras que en el lenguaje de hoy vendría a ser algo más o menos así:

“¡Mujer, détente un momento! ¿Tienes conciencia? Escúchala. Tu conciencia es la que hace que no seas una cosa sino una persona.

Si tú eres tú y no otra, y si eres libre, es gracias a tu conciencia, Nadie tiene derecho sobre tu conciencia. Nadie tiene derecho a juzgarte. Tu conciencia es lo más sagrado que tienes. Nadie te lo ha dicho, lo sé. Nunca lo has sabido y es por eso que nunca has existido de verdad.

Estás desparramada, estás rota, en mil pedazos, aferrada a todo el mundo y a nada. Te han hablado de deberes, de obligaciones, de leyes, de costumbres, de usos; has querido cumplir con todo eso, salvo contigo misma.

Nadie te ha dicho que tú eres grande, importante, única. Que la verdad está en el fondo de ti misma y que te habla. Te dice que no es un pecado que hayas buscado un gran amor. Por el contrario, era eso lo que debías hacer. Es una lástima que no lo hayas logrado.

Pues bien, yo te digo que tú estás habitada por la luz, por lo divino y por una belleza grande, Ninguna religión puede quitarte nada de esa realidad que está en lo profundo de tu ser, y que desde allí te habla. ¡Tu conciencia es la voz de tu belleza que te habita!

No tengas miedo de escucharla. No es enemiga de Dios sino el don más grande que Dios le haya hecho al ser humano. Sigue a tu conciencia. No tengas miedo de pensar “Yo”, de decir “Yo” a la luz de alguien que es más grande que todo, que está en el origen de todo y que te ama por sobre todo. Tú eres su imagen. Él es “Yo soy” y es lo que tú eres también.

Olvida tus fracasos. Tú debías buscar el gran amor que no has alcanzado aún. Y deberás seguir buscándolo, porque existes para eso. Esa sed te llega desde Aquel que es Amor. Desde ese Dios al que pronto no se adorará más en el Monte Garizim ni en el Templo de Jerusalén, sino en el fondo del corazón. Allí Él será adorado `en espíritu y en verdad´, en la claridad de la conciencia que hace que uno/una es una `persona´.

La mujer bebía las palabras de Jesús como agua corriendo a borbotones a su corazón sediento. Tanto es así que, olvidándose de su cántaro vacío, salió corriendo hacia los vecinos del pueblo para anunciarles con gran alegría que acababa de realizar el mayor descubrimiento de su vida.

En realidad, ella tenía la sensación de estar naciendo por primera vez y que Dios la amaba. Caían las etiquetas. Todo lo que había sido: la samaritana, hija de sangres mezcladas y de religión medio pagana, la mujer con una vida afectiva fracasada, la amante que, después de compartir su vida con seis hombres, dudaba de haber sido amada de veras alguna vez, todo aquello parecía dejar de existir.

Los velos que tapaban el verdadero rostro de la mujer del cántaro vacío, se los estaba llevando el viento.

Ella se volvía “persona”. Eloy Roy

                                                               Juan 4, 1-30


P. Diego Martínez, SJ.

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